No es lo que digas si no cómo lo digas

La gente pocas veces se limita a escuchar las palabras que estás pronunciando, sino que presta atención a la manera como las estás expresando, al tono de tu voz, a la fuerza y el énfasis que le das, a tus gestos y tu postura y a todo aquello que hemos llegado a conocer como lenguaje corporal. Lo importante de entender es que el grado de credibilidad con que tu mensaje es recibido por quien lo escucha depende no solo de lo que digas sino de cómo lo digas.

¿Qué sucede, por ejemplo cuando ves a alguien haciendo una presentación de su negocio y hablando de todos los beneficios y ventajas de su producto, pero mientras lo hace tiene los hombros caídos, mantiene su mirada en el piso y mueve nerviosamente sus manos?

¿Qué parte del mensaje vas a creer, lo que está diciendo o el tono bajo y deprimido de su voz? Así las palabras hayan sido las adecuadas, el tono de su voz y la expresión de su rostro y su lenguaje corporal suelen pesar mucho más que lo que la persona pueda estar diciendo. El entusiasmo y la música en tu voz, trabajando conjuntamente con la energía, y el ánimo que expreses con tu cara, con tus ojos, con tu sonrisa, acompañado de una postura segura y confiada, transmitirán fuerza y convicción.

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